jueves, 10 de diciembre de 2009

Era ella...

Era ella una niña cuando la conocí.
Olía al viento que azota a los árboles en primavera. de su pelo de cobre surgían rayos invisibles que te atravesaban y te atontaban. Solía vestir ropa hortera con sumo gusto. Su sola presencía actuaba de imán.
Siempre me entretenía mirándola mientras ella hablaba y se enfadaba conmigo si la interrumpía. Nunca le dije, que esos estorbos eran los intentos de ocultar mi pobre conversación, alargando la suya. No era curiosidad, la batería de preguntas que realizaba, si no una técnica ante la aparición del terrible bostezo.
Cuantas veces pensé en abrazarla. Una vez, hubo en medio una escalera, yo desde arriba la descubrir llorando, y le pregunte que le ocurría. Ella me respondió que sus lágrimas eran por los árboles, por una historia cantada de ellos. Era distinta a los demás. Mezcla rara. Espero que siga así.

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